Parque Natural
OTIVAR EN EL SENO DEL PARQUE NATURAL DE LAS SIERRAS DE TEJEDA, ALMIJARA Y ALHAMA
Este Espacio Natural se localiza en el Parque Natural Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. La información expuesta en la página web de la Consejería de Medio Ambiente y elaborada por Antonio Pulido Pastor, Director del Parque Natural Sierras Tejeda-Almijara (Sedella-Málaga), nos sirve a la perfección para ubicar nuestro proyecto y exponer en este punto su localización.
En el año 1999, cuando se cumplió 10 años de la aparición de la Ley 2/89 de Espacios Naturales Protegidos en la Comunidad Autónoma de Andalucía, tuvo lugar la inclusión en el inventario aprobado entonces de las Sierras Tejeda y Almijara con la categoría de Parque Natural.
Con la entrada de estas montañas en la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía (RENPA), se viene a saldar una antigua deuda con estas sierras, que inexplicablemente quedaron olvidadas por entonces a pesar de que sus valores naturales, históricos y artísticos superan en interés a los que pueden encontrarse en muchos otros espacios acogidos anteriormente a protección especial.
Las Sierras Tejeda y Almijara constituyen un impresionante macizo montañoso situado como barrera geográfica entre las provincias de Málaga y Granada a las que separa mediante su línea de cumbres. En la primera constituye la espina dorsal de la comarca conocida como "Axarquía" (la oriental para los árabes), bastión irreductible de la cultura mudéjar. Para la segunda, se articula como telón de fondo en las fértiles tierras de Alhama, en el poniente granadino, como contraste físico de sus fértiles y blandos campos de olivos y cereal.
Con una extensión de 40.600 hectáreas, este Parque Natural abarca la gran parte del macizo montañoso que va desde el río Puente de Piedra en Alcaucín (Málaga), hasta la carretera de la cabra montés en Otívar (Granada). Aquí se incluyen una alineación continuada de escarpes rocosos que constituyen la altura más prominente de la geografía sureña hasta la costa portuguesa. Con sus 2.068 m. de altitud, el pico Maroma no encuentra rival, siendo la atalaya dominante hacia el poniente con espectaculares panorámicas sobre las dos orillas del Mediterráneo.
El nombre de Tejeda deriva del elevado número de tejos que en otro tiempo poblaron la sierra. Por su parte, Almijara deriva del nombre árabe "almijar", que significa "escurridero", posiblemente en alusión a la rapidez con que escurren las aguas de lluvia por estos arroyos hasta el mar o también por deformación de "Sierra de los almijares", en alusión a la abundancia de estas estructuras (actualmente llamadas paseros) en las viviendas rurales que se utilizaban para secar higos y uvas principalmente.
A primera vista, estas montañas guardan mucha similitud con los grandes macizos montañosos del norte, especialmente con los Picos de Europa de los que son casi simétricos en el conjunto de la Península Ibérica. Su proximidad al mar, sus cotas similares así como un sucesivo ir y venir de agudas crestas y profundos barrancos son los responsables de tal analogía. Igualmente sus blancas rocas calcáreas e incluso algún que otro curso de aguas salvajes que se despeña indómito, en una apresurada carrera por llegar a la quietud de las llanuras granadinas o la costa mediterránea, hacen de este paisaje un paraíso hasta ahora olvidado de clara singularidad en el conjunto del territorio andaluz.
Desde siempre han sido montañas llenas de historias y leyendas sobre rebeliones, contrabando, furtivismo y resistencia al orden establecido que a lomos de arriería o de boca en boca circularon hasta no hace muchos años colando por los escasos puertos que comunican ambas vertientes. Han sido territorios ásperos, donde la vida era más bien supervivencia a costa de maltrechos viñedos por la filoxera, suelos erosionados por lluvias desbocadas en los que olivos, almendros y sembrados generaban rentas escasas. El esparto de sus rocosas laderas, la resina de los erguidos pinos, el carbón de la madera y leña de árboles o matorrales e incluso la nieve de las cumbres en años favorables, junto con el uso ganadero de los montes y la caza, contribuyeron al sustento de sus pobladores.
Este carácter marginal ha favorecido la conservación de su paisaje, su arquitectura tradicional y de sus valores naturales. Si el valor del Parque como Natural se encuentra en los roquedos y barrancos, en sus pueblos se encierra una fantástica herencia histórica con olor morisco y mudéjar, con relumbrantes fachadas de cal y retorcidos arcos, escalinatas y torreones de ladrillo mozárabe, donde las noches huelen a azahar y jazmín. En este aspecto son de destacar los pueblos de Alhama de Granada, Salares y Frigiliana.
Entre sus valores naturales, casi todo es destacable. Si se atiende al soporte físico, la piedra, está compuesta por materiales muy distintos. Existen algunos enclaves con cuarcitas, esquistos y gneis de edad muy antigua (más de 500 millones de años). Sobresalen no obstante los procedentes del Triásico en la era Secundaria, originados hace unos 300 millones de años en antiguos fondos marinos. Los mármoles dolomíticos son el elemento más representativo de esta litología, constituyendo, junto con las vecinas sierras granadinas y almerienses el principal macizo de esta constitución en nuestro país. Este tipo de roca es el responsable de varias singularidades. La más directa, un paisaje original, dominado por los tonos blancos y grises de la roca, con una particular disgregación arenosa (kakiritización) que interviene en la erosión. La geomorfología es impactante, dominada por empinadas laderas, agudas crestas y profundos barrancos. Otra consecuencia de esta componente geológica reside en la cobertura vegetal del terreno. Las arenas dolomíticas son excesivamente permeables, reteniendo escasamente el agua de precipitación. Esto, unido a ciertos componentes minerales, como el magnesio, van a generar un paisaje vegetal igualmente singular en el que abundan las especies raras o endémicas. Como elementos geológicos singulares, es de destacar la cueva de Nerja, declarada monumento nacional, u otras de menor entidad como la Sima de la Maroma o la Cueva de la Fájara en Canillas de Aceituno.
La flora es otro de sus valores relevantes, tal vez el más aparente. Junto al papel decisivo de la litología que ya genera contrastes enfrentados, se manifiesta también la influencia de un amplio rango climatológico, regido por las bruscas variaciones altitudinales (0–2.000 m.), la proximidad marina y la orientación del macizo en dirección SE – NW. Esta amalgama de factores genera una gran diversidad que se muestra en la vida vegetal con formaciones singulares, características de la cuenca mediterránea y en ocasiones de requerimientos opuestos entre sí. Dominan los pinares, asentados sobre las blancas arenas que genera la descomposición de los mármoles. Así, es posible el desarrollo del pino carrasco hasta el pino silvestre, de requerimientos muy dispares, pasando por el piñonero, el negral o el salgareño e incluso el insigne, procedente de repoblaciones experimentales en otro tiempo. Asimismo, entre árboles y arbustos, el rango va desde el palmito (Chamaerops humilis), el cambrón (Maytenus senegalensis), el bayón (Osyris quadripartita), revientacabras (Cneorum tricoccum) o boj (Buxus balerarica) característicos de las proximidades litorales, hasta el mostajo (Sorbus aria), durillo (Amelanchier ovalis), durillo dulce (Cotoneaster granatensis), cenizo (Adenocarpus decorticans), rebollo (Quercus pyrenaica) o aza (Acer granatense) que habitan las umbrías y altas cumbres junto con el matorral de camefitos espinosos dominado por piornos y rascaviejas como Vella spinosa, Prunus prostrata, Erinacea anthyllis, Astragalus granatensis, Echinospartum boissieri, Hormatophylla spinosa y Genista lobelii.
Existe una pequeña tejeda, reliquia singular de la que en otro tiempo debió poblar la sierra en tal manera que llegó a darle nombre y cuyo principal valor reside en ser la más meridional de la Península Ibérica y una de las mejores del territorio andaluz. También son de destacar las formaciones de sabina mora (Juniperus phoenicea) con efedra (Ephedra fragilis). Tampoco se puede olvidar el amplio elenco de plantas herbáceas características de aquellos arenales y roquedos dolomitícolas, en su mayor parte de carácter endémico. Entre ellas cabe citar Linaria amoi, Centaurea bombycina, Centaurea prolongi, Erysimum myriophyllum, Anthyllis tejedensis, Hippocrepis eriocarpa, Erinus alpinus, Silene boryi, Pinguicola submediterranea, Hieracium texedense, Aquilegia vulgaris, Saxifraga erioblasta, Draba hispanica, Andryala agardhii, Odontites longiflora, Polygala boissieri, Iberis grossi.
En relación con la fauna, su principal importancia radica en la extensión longitudinal del macizo, poniendo en conexión las sierras malagueñas con la vecina Sierra Nevada y actuando como pieza importante en la dorsal que forman las montañas béticas y que ponen en conexión el campo de Gibraltar con el Levante peninsular. Un claro ejemplo de este efecto corredor, ha sido la reciente colonización del territorio por parte de la ardilla común, estableciéndose en menos de tres años de uno a otro extremo en estas sierras.
En este pequeño mundo de árboles y roquedos, es de destacar su avifauna. Es notable la presencia de grandes águilas (A. real, perdicera, calzada y culebrera), halcón peregrino y azor, chotacabras, aves forestales como los picos y las aves de montaña, destacando las collalbas (collalba negra, gris y rubia), el roquero rojo, el roquero solitario y el acentor alpino.
Pero sin duda, el animal más conocido en estas sierras, es la cabra montés. Este endemismo de la fauna ibérica, que en otro tiempo estuviera al borde de la extinción, hoy se encuentra en auge, gracias sin duda a la acertada gestión llevada a cabo por la Administracion a lo largo de este siglo. Para el caso concreto de Tejeda-Almijara, la regulación cinegética de esta especie bajo la figura de Reserva Nacional de Caza ha permitido que la exigua población existente en un principio se haya multiplicado por diez en un plazo de veinticinco años, con unos 1.500 animales solamente en la vertiente malagueña del macizo. Esta misma gestión ha logrado mantener la zona libre de la epidemia de sarna sarcóptica que ha puesto en peligro a otros núcleos de población más o menos próximos. De este modo, las sierras Tejeda y Almijara se mantienen como uno de los enclaves más importantes de España para esta especie emblemática de nuestras serranías.
Próximo a la zona, perteneciendo al mismo dominio, pero bañando sus pies en el mar, se encuentra el Paraje Natural "Acantilados de Maro-Cerro Gordo" en los municipios de Nerja y Almuñecar (Málaga y Granada), donde la temperatura es condescendiente durante todo el año y la luz es increíble.
Accesos al Parque Natural
Desde Granada.- Desde la misma capital, se toma la carretera de motril y en el puerto del Suspiro del moro, se toma el desvío a la derecha en dirección Otívar y Almuñécar, es la conocida como "Carretera de la cabra montés". Una vez en esta y recorridos unos veinticinco kilómetros se toma el desvío que sale a la derecha y que llega a los pueblos de Jayena, Fornes, Arenas del Rey y Alhama de Granada, pasando por el embalse de Los Bermejales.
Si por el contrario, se toma dirección Sevilla por la A-92, una vez pasada la localidad de Loja, hay que tomar el desvío hacia Zafarraya, llegando a los mismos pies de la Sierra Tejeda.
Desde Málaga.- Por la carretera de la costa en dirección Motril- Almería se llega hasta Vélez-Málaga y Nerja. En el primero es posible desviarse de la autovía en dirección hacia Alhama de Granada, accediendo fácilmente desde esta carretera, A-335, a los municipios de Alcaucín, Canillas de Aceituno, Sedella y Salares. Si se quiere llegar a Cómpeta o Canillas de Albaida, es preferible salir de la autovía por el pueblo de Algarrobo, una vez pasado Vélez. Para el visitante de fuera de la provincia, conviene tomar el desvío existente en Casabermeja, antes de la capital, en dirección a Vélez-Málaga, llegando al embalse de La Viñuela, desde donde se puede llegar hasta Alcaucín y demás pueblos del Parque Natural.